Una obra medieval digna de culto, 8 contradanceros y el diablo, música a la luz de las llamas, folclore aragonés en estado puro.
Hablo como un total desconocido de lo que era la contradanza de Cetina, y como acabe descubriendo una maravilla de nuestro folclore y esta costumbre de la comarca de Calatayud que lleva más de 700 años celebrándose
A pesar de haber llegado unos minutos tarde, alcancé a ver el comienzo del espectáculo, una sonata medieval que sonaba de manera constante repitiéndose a lo largo del baile
Se podía ver en la misma plaza del pueblo de Cetina como los 9 contradanceros bailaban al son de la música, como si de una jota de tiempos arcaicos fuese; al ser una representación iba guiada de unas pautas, lo que son llamadas, “Mudanzas” unas representaciones de obras de arte, en forma de castillos humanos.
Los castillos humanos en base a los 8 contradanceros, eran siempre coronados por la figura del diablo, el bailarín con la vestimenta roja, el cual llevaba el ritmo de todos ellos; en ciertas ocasiones resultaba satírico, pues no dejaba de ser una obra cómica, los contradanceros (4 vestidos de blanco y negro y los otros 4 de negro y blanco) le indicaban al que coronaba las figuras que bajara de allí, mientras el otro se negaba.
La coordinación que mostraban me dejaba boquiabierto, durante 1h y 15 minutos aproximadamente de espectáculo, se les podía observar como danzaban y brincaban sin parar, no había momento para el descanso, solo para el entretenimiento del público, como si de 9 arlequines se trataran, también he de decir, que por el frio que hacía, podías observar la respiración acelerada de los bailarines, pues resulta ser un esfuerzo cardiovascular interesante.
Algo que me llamo aún más la atención, era la capacidad de inmersión que había en el ambiente, pues el pueblo, sabia cuando aplaudir, cuando la música iba a acelerar, y cuando complementar la actuación con las señales del diablo; entre las antorchas de gran tamaño (las cuales eran sujetadas, por personas del pueblo alrededor de los 9 bailarines) y los danzantes en una noche de domingo de luna casi llena, parecía como si en un ritual pagano me encontrara.
Cuando iba a culminar la obra, se veía al diablo sentado en una silla, frente a los 8 danzantes, el último de la fila sacó 3 cuchillos, y al ritmo de la música los comenzaba a golpear mientras bailaba; pasando entre los 7 bailarines alcanza al diablo sentado en la silla, el cual acaba siendo llorado por el pueblo y los danzantes, para acabar reviviendo al son de la música, la cual se acelera, y terminan tirando las antorchas al suelo, para finalizar la obra con palmas y vítores del querido pueblo de Cetina.
Me gustó tanto, que volveré.