Siguen estando presentes en los tres ríos de nuestra zona
El 16 de enero del año pasado publicábamos un reportaje sobre la aparición de castores en los tres ríos de nuestra zona. Unos animales que causaban daños importantes a distintas plantaciones frutales de la zona.
Por entonces les contábamos que para algunos agricultores, la presencia de estos roedores suponía una auténtica “plaga”. Algunos testimonios de agricultores como Antonio Durán afirmaban que “el año pasado cortarían entre 18 y 22 perales en mi finca”. Una plantación situada entre Paracuellos y Maluenda.
Algo similar sucedía también en los alrededores de Embid de la Ribera. En este caso, Jesús Angel Hernández, también ponía el acento sobre esta situación. “En tres o cuatro años no quedará un frutal ni medio cerca del río”.
Por entonces preguntábamos también a Medio Ambiente de Gobierno de Aragón, nos contaban que, “el castor está incluido dentro del listado de especies de protección especial”, aconsejando a los agricultores, “los perjudicados lo tienen que comunicar a los Agentes de Protección de la Naturaleza, para levantar actas y buscar posibles soluciones para impedir que estos animales entren en las fincas”.
Un año después, la situación no tan solo no ha mejorado sino que ha empeorado. Seguimos contando con presencia de castores en nuestros ríos y se siguen produciendo importantes desperfectos tanto en las explotaciones como en las riberas y cauces de los ríos.
Lo podemos apreciar en estas fotografías que nos llegan desde la localidad de Bijuesca, y es que los castores también andan a sus anchas en la ribera del Manubles
Una denuncia que llegó a los tribunales
La historia no es de este año, ya en el 2021 se producía una sentencia de lo Contencioso Administrativo número 5 de Zaragoza por la que la DGA se le condenó a abonar más de 424.000 euros por los daños provocados por los castores en una propiedad de finas de frutales situada entre Ateca y Castejón de las Armas.
La resolución se basaba en la responsabilidad de la DGA en el hecho de que existe una normativa sectorial de cuya aplicación efectiva corresponde a la Administración, que debe tomar medidas que hagan compatible, "en la medida de lo posible, el régimen de protección con los derechos e intereses patrimoniales de los administrados". En este supuesto, los poderes públicos deben responder de los daños causados por la gestión del régimen de protección especial que el administrado no tenga el deber de soportar.
De hecho, la sentencia, que rechaza los argumentos de la DGA, señala que la opción "aparentemente definitiva" para acabar con el problema de los castores debe pasar por el vallado perimetral de la explotación, preferiblemente con malla de simple torsión de acero galvanizado.
Los castores
Son un género de roedores semiacuáticos nativos de América del Norte y Eurasia. Engloba tres especies: castor americano, castor de Kellog y castor europero (castor fiber).
Según algunos estudios los castores europeos llevan más de 1,4 millones de años en España y convivieron con los primeros europeos en Atapuerca (Burgos), según un estudio de investigadores de la Universidad de Zaragoza.
Son animales sociables, llegando a formar grupos o colonias de hasta doce individuos, compuestas por una pareja y sus crías.
Viven en corrientes donde, a fin de conseguir agua con suficiente profundidad, construyen diques con fango y con los troncos y ramas de los árboles que derriban con sus poderosos incisivos. Generalmente eligen corrientes cuya profundidad sea de más de un metro para iniciar sus labores. En el estanque creado construyen sus madrigueras. Durante la construcción, el lodo o fango es colocado con las patas delanteras y no, como se suele creer, con la cola, la cual es empleada únicamente como timón cuando nadan y para mantenerse en pie cuando se apoyan en sus patas traseras. Para la construcción de los diques, que casi siempre hacen por la noche, los castores transportan el lodo y las piedras con sus extremidades delanteras y la madera entre sus dientes. Al nadar, se impulsan con sus extremidades posteriores, que siempre permanecen sumergidas, asomando fuera del agua únicamente su cabeza, para poder respirar y ver el entorno.