Y al séptimo día, Dios descansó

Vivencias para una crisis por Manuel Martín Bueno
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Siete días de actividad inusual, de comportamiento diferente, de conocimiento del espacio que te rodea con la óptica diferente de la misma mirada, de observación de lo que te rodea, espacios naturales, espacios creados, personas, animales de compañía y el resto, dan para mucho. Y lo que te rondaré morena.

No es que hayamos regresado al misticismo por la elección del titular, ni nada parecido, difícil en quien nunca estuvo dotado para esa capacidad reservada a unos pocos, eso creemos, a lo largo de la historia.

Llevo unos cuantos días pensando en que sería bueno recoger en una especie de diario de acontecimientos, diario de guerra como dirían los profesionales de la milicia y asimilados o los místicos iluminados momentáneamente por ansias de salvar al mundo desde el pedestal político al que les han aupado los votantes de algún signo especialmente dado a ello.

Un servidor que es hombre ordenado en su propio caos, es decir de orden limitado, observa desde niño una cierta capacidad para establecer pautas de comportamiento que hemos seguido con relativo éxito y que nos han servido para transitar por este mundo y estas sociedades en las que con una capacidad de observación tal vez mas aguda de lo habitual, según dicen muchos de quienes me conocen, especialmente mujeres que están dotadas de una capacidad de análisis y percepción de estas cosas superior a la de los varones. Creo que es incuestionable con las estadísticas en la mano y con la firmeza de la convicción, al menos desde la mía. Si las mujeres de mi entorno lo dicen será verdad, esto no se discute. ¡Tu no observas, escaneas¡. Estoy acostumbrado a escucharlo y será verdad. También debe serlo que durante muchos años dicen que supe transmitir esa capacidad a muchos discípulos, o tal vez, digo yo, escoger de entre ellos, tanto varones como mujeres, a quienes naturalmente ya estuviesen dotados de aquellas facultades especiales muy útiles en la vida.

Este séptimo día de relativo encierro, uno se encierra cuando desea hacerlo. La limitación de movimientos físicos en un espacio natural, libre o construido, no tiene porqué significar necesariamente encierro, tal vez relativo aislamiento, pero no encierro. El concepto de encierro está mas en la mente que en el límite físico exterior o en el B.O.E., que ahora limita nuestros movimientos supeditados al interés general, aunque protestemos, rezonguemos o simplemente aceptemos con resignación.

He decidido escribir de esto y no de otras cosas como ayer, anteayer y los días pasados. Cosa que también ocurrirá en los venideros, Dios mediante, porque uno es de los que piensa, de manera un tanto inconsciente pero real, que seguramente no se irá a donde sea todavía, porque me quedan muchas cosas por hacer y porque tengo la lista hecha de muchas de ellas, que es una manera de justificar que debe dejar quedarte por un tiempo, el Destino, llamémosle como queramos.

Habrá muchos que pensarán, muchacho eres un inconsciente, otros pensarán que es exceso de soberbia o insensatez, pero me da igual, siempre me ha dado. He tenido las suficientes situaciones críticas con un pie allí mismo, como para poder intuir como es y si he regresado o me han ayudado a ello, bienvenido sea y agradecido a quienes colaboraron para ello. Se dice y es cierto que las entradas a quirófanos, el paso por la anestesia general, el regreso poco a poco o la sensación de asfixia por un accidente de buceo o una o varias crisis cardiacas, ayudan mucho a ver luego el camino hacia la permanencia en este lado con mas tranquilidad y capacidad de análisis. Así son las cosas.

Sin apreciarlo en detalles gruesos, sino en los menudos, estoy viendo como cambia la vida poco a poco. Nada será igual dicen muchos y yo también, pero temo y me entristece pensar en los que se queden por al camino y prefiero no hacerlo, no vaya a ser que me equivoque en mis previsiones y deje sin terminar esa lista de tareas pendientes que son muchas.

Las personas que nos rodean nos dan señales del cambio, la naturaleza también, tal vez porque al entrar en la Primavera que no entiende de virus coronados o no, los cambios que se van experimentando indican que habrá un mañana. Los brotes en los frutales, en los arbustos, en las últimas hojas que caen para ser sustituidas de la noche a la mañana por otras nuevas, las rubicundas flores de los cactus que son especialmente bellas, tanto como efímeras, nos dan señales de permanencia, de continuidad pero al mismo tiempo de cambio, como siempre ha sido y seguramente será. Es muy improbable que el hombre, sutil máquina de destrucción del planeta Tierra, termine con todo sin que la naturaleza reaccione a tiempo, ya verán.

Me produce cierta conmoción, siguiendo los consejos de quienes saben mas que yo en estos asuntos del campo, tener que elegir este brote o aquel, esta ramita que brota entre dos mas poderosas y que hay que eliminar para no sustraer fuerza y savia a las otras dos. Esa poda drástica a un rosal que ya había comenzado a brotar, para que tras el trauma que seguramente le produje con la podadera, no me guarde rencor y brote ahora, mas abajo, con renovada fuerza como diciendo, majo, te vas a enterar y te ofrezca dentro de no mucho tiempo unas rosas maravillosas, ya lo verán, en vez de retraerse y castigarme sin ellas. La naturaleza es sabia y generosa pero no la provoquemos que a veces tiene mala respuesta.

En esa misma naturaleza próxima, la que puedo disfrutar a dos metros o poco mas, sigo revisando cada día el comportamiento del mundo de las aves, esas que según el Génesis se crearon cuando el que decidió lo hizo, siguiendo un orden que algún día alguien me explicará de verdad, porque las aves podían haber esperado a los animales terrestres y no al revés. Cosas de la creación/evolución, que para eso están las teorías y la ciencia que lo aclara.

A mi ventana llegan los sonidos de diversas especies de aves, ordenadamente, siguiendo pautas que ellas conocen pero yo no, aunque a este paso conseguiremos comprender algunas cosas. Siempre me resultaron las aves un poco estúpidas porque las que conocí durante muchos, demasiado tiempo, eran o las gallinas de corral de pueblo, cochinas por definición, con los gallos de cresta roja, como gendarmes con su quepis, paseándose pomposamente por el corral. Nunca me gustaron las gallinas, casi ni siquiera en el plato, aunque con el tiempo les he visto la gracia, o mas que ello su utilidad en la cadena alimenticia. Comprar unas carcasas en el supermercado para hacer un caldo y luego desmenuzar la carne de los huesos con los dedos para hacer croquetas, es un ejercicio ilustrativo. Te pringas las manos de grasa pero de paso recuerdas que la anatomía comparada del esqueleto se parece mucho en todas las especies y eso entretiene. Luego las croquetas llegan y reconoces que el esfuerzo es poco.

El caldo, el caldo casero es sublime. Consume restos de otros productos, la carne de ternera o el hueso de jamón, la pechuga de ave, o la susodicha carcasa y las verduras que luego se trajinan en un puré conveniente. Vengo observando que para convertir el caldo, aclarado del exceso de grasa en el chino o en la manga para colar, en una sopa adecuada, las familias evolucionan, al menos nosotros.

Hace unos días faltaba pasta para sopa y baje al súper. Curiosamente en los días de caos y acumulación, las pastas se terminaron rápidamente, todas sin exclusión, pero especialmente en los estantes intermedios y en los altos. En los bajos, podías encontrar, como así me ocurrió algún paquete olvidado al final de la estantería, detrás, porque la gente acapara pero no se esfuerza en doblar el espinazo que se lo digo yo, ni siquiera para el papel del trasero.

De niño en casa se hacía sopa con lo que había, en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, recuerdo que llegué casi a odiar las sopas de sémola de arroz, las de pasta finísima, la de “lluvia”, los fideos finos fueron haciéndose paso y poco a poco convivimos con los fideos un poco mas gruesos, las estrellitas que se pegaban porque la pasta no era muy buena, y otras variedades que yo no reconocía y ahora tampoco por su nombre sino por su forma. De niños nos venía muy bien la de letras porque así nos entretenían y hacían comer a los melindrosos e inapetentes, que no era mi caso. No tenía tiempo para construir frases en el plato y en las cucharadas se trasegaban igual las “bes” altas que las bajas, para mi siempre las “v”, daba igual, con hache que sin hache, la cosa era comer y si la sopa tenía tropezones mejor que mejor.

Bueno, la cosa es que el otro día pude comprar unas variedades de pastas para sopa entre las que incluí una de letras como recordatorio infantil. La verdad es que nos da igual, la sopa nos gusta mas bien espesa y a mi en especial, añadiendo un chorrito de vino tinto, costumbre importada de mis tiempos de vendimiador en la Gironde cuando en las comidas se enjuagaba el plato con un chorro de vino y se bebía del plato en lo que se llama la “charbode” si la memoria y la ortografía no me fallan.

Volviendo al reino animal de las aves, los petirrojos individualmente o en pareja, son tempraneros y también por la tarde. Se acercan y picotean lo que se ha dispuesto. Demuestran su complacencia con su trino sencillo pero audible e identificable. A veces conviven con los gorriones que llegan dos o tres veces al día, preferentemente cuando tienen zona soleada, a comer las migas de pan o el grano que les entusiasma. Son inquietos, se acercan desde árboles del entorno de gran porte, descienden a los arbustos y de allí a suelo a comer, pero siempre hay uno o mas de ellos que controla un número limitado ojo avizor para al mínimo movimiento levantar el vuelo y desaparecer hasta que consideran que pasa el peligro y entonces el explorador desciende de nuevo seguido del resto. Tenemos dos grupos que llegan en la misma bandada cada día con puntualidad.

Con los gorriones conviven las tórtolas, de color canela, amables, que no molestan y que comparten la pitanza, a veces también picotean solas por el jardín y casi siempre emiten sus trinos característicos como los gorriones.

Las palomas son otra cosa, regresan las del año pasado a anidar en los mismos lugares que sus predecesoras o en lugares vecinos. Tenemos mas porque en el vecindario, ante el primer golpe de viento, una cierzera del Valle del Ebro, se ponen muy nerviosos y proceden a talar pinos porque como estuvieron mal plantados y con las raíces someras por exceso de agua, se mueven y a veces se caen. Los pobre pájaros tienen que emigrar y vienen a casa donde son bien acogidos y hasta cierto punto alimentados.

En la pirámide de lo próximo están los tordos y los grajos negros, un poco siniestros que escrutan en grupo los insectos del jardín, todo aquello que sea comestible, pero son poco amigables, no es cuestión de color sino de comportamiento. De manera aislada, insultante directamente, están las picarazas negras tornasoladas y blancas que llegan, se acercan, molestan a todo lo que se mueve, roban, quitan la comida al resto e incluso se encaran con los gatos, tanto los propios como los ajenos, los vagabundos, que también pasean mañana y tarde en busca de algo que llevarse a la boca. Las palomas a veces caen, las lagartijas por supuesto e incluso alguna paloma mas o menos torpe. Las picarazas son molestas, incómodas y desagradables, su graznar no me gusta y lo saben, al mínimo movimiento se suben a una rama y observan o se van a dar una vuelta para regresar mas tarde. Incluso se las oye a través de la chimenea porque suben allí a observar el entorno desde la altura. Eso si no les gusta ni el humo ni el calor de la chimenea, yo lo se y ellas saben que yo lo se.

Por fortuna, Dios es grande, de vez en cuando se observa en medio de la tranquilidad del jardín y de los diferentes pajarillos, aves diversas, etc., en los árboles, que trinan, ronronean o como sea que hacen las palomas que andan en celo, un movimiento en dos fases. Una primera en la que el silencio se hace repentinamente dueño de todo y otras veces, en una segunda fase, un movimiento general y repentino por el que todo el mundo de las aves de medio y pequeño tamaño, levantan el vuelo y se van mas allá de mi alcance visual.

Es el momento de levantar la vista al cielo para ver como majestuosamente y en círculos vuela alguna rapaz solitaria controlando un espacio de terreno. Rara vez mas de una, son las que ponen orden en las cosas, las tenemos de varios tipos y alguna vez incluso hemos captado el momento en que han descendido en picado para hacerse con una presa y desaparecer con ella. Me encantan las rapaces, todas ellas, son limpias y ordenadas, como aquellos gendarmes del quepis, como los guardias civiles tras un inoportuno radar vigilando para caer sobre la presa del imprudente o del incauto que no ha podido prever su presencia. Creo que las rapaces son las únicas que no alteran su rutina vigilante ni ante la presencia de los helicópteros de emergencias o del temido Pegasus de la DGT. Me gustan las rapaces y me gustan los gorriones y los petirrojos. Cuando maduren los frutales cambiaré de opinión. Les encantan las frutas de color rojo, no se si por pasión o por rechazo destructivo..

Asociados a las aves del cielo, tenemos por aquí, este año hay menos o todavía están hibernando, los murciélagos son muy amables y beneficiosos, aunque ahora tienen mala prensa ya que en China parece fueron el foco originario del virus coronado a causa de costumbres gastronómicas aquí nada frecuentes. Los murciélagos son inteligentes y se comen insectos, muchos, y nos ahorran insecticidas, que si son molestos y contaminantes. Cuando salgan del letargo serán bien recibidos y espero sigan teniendo en su dieta al mosquito tigre, el de las picaduras monstruosas.

Comparten letargo las salamandras porque si las observas cuidadosamente donde sabes que se refugian del frio año tras año, puedes ver ahora que están gordísimas, van a parir y una generación nueva de amables salamandras espero que sobrevivan a los gatos que están al quite y a algunas aves, para que también contribuyan a eliminar insectos molestos. Unas cuantas salamandras en las casas detrás de alguna librería o de cuadros que también les encantan son muy beneficiosas y a mi especialmente me gustan aunque a otros no, que se le va a hacer. Las lagartijas también empiezan a aparecer, un poco antes, familias enteras, la madre y las crías, que se agrupan para protegerse y se introducen en los desagües o cerca de donde puedan comer insectos.

Ya han dado señales de vida las hormigas, impenitentes año tras año, con hormigueros que no se eliminan fácilmente, seguramente porque no quiero que desaparezcan ya que airean la tierra, menos cuando lo hacen en un macetero y te joroban lo que has plantado, en ese caso, a muerte. Las abejas, bienvenidas. Árbol que florece allí están ellas y por eso no fumigo, mejor un alberge con gusanico (proteínas al fin y al cabo) que ninguna abeja para polinizar. Las avispas empiezan a tocar las narices, veremos este año como vienen, el año pasado estaban agresivas, especialmente las asiáticas, de mayor tamaño y virulencia.

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