POR el profesor, Manuel MARTIN-BUENO
Mucho tiempo ha pasado desde que se nos vio transitar por las galeradas de este medio de comunicación en cambio constante y actual de las noticias bilbilitanas y más allá.
Quienes solían leernos tal vez se sorprendan, otros sin duda no, porque los y las lectoras ávidos de información y opiniones suelen mantener cierta fidelidad a quienes consideramos que poner en letra escrita reflexiones que discurren del cerebro personal al teclado del ordenador es en cierto modo una obligación que entraña compromiso con los lectores potenciales.
En el momento en que el dios romano Jano (el de las dos caras), ya está oteando el próximo año, no hay que perder ni un segundo, ni un grano de arena o ninguna gota de agua de nuestro artilugio para medir el tiempo, a fin de verter públicamente algunas opiniones sobre el año que se hunde en el ocaso del tiempo, dejándolas para hemeroteca del recuerdo. Veamos algunas.
Escuchamos y contemplamos, aunque esté cada vez menos de moda, como cada año, el mensaje de S.M. el Rey Felipe VI de España, que bien ganado tiene el sueldo que se le asigna a la Familia Real, pese a que los contra opinantes digan lo contrario y es lícito que lo hagan, porque para eso su opinión es válida según la Constitución en vigor y el sentido común.
Debo decir que no me disgustó. Para este aprendiz de escribano, tanto el escenario escogido para la ocasión, el encuadre y los elementos de acompañamiento, colores, iluminación, etc. fueros exquisitamente correctos y oportunos. El protagonista y sus mensajes estuvieron a la altura de las circunstancias internas y externas. Suficiente enfoque social en amplio abanico como para que a buen entendedor no fuese necesario más. No sobra recordar que estos mensajes, en cualquier país serio y el nuestro lo es, no son para pretender convertirlos en un: “Y de lo mío qué", tantas veces escuchado sin mas justificación ni argumento que dejarse oir y tener un pequeño momento de protagonismo en los medios de quienes utilizan la ocasión para disponer de segundos en las ondas o en la pantalla.
Sería oportuno, aquí me dirijo a partidos y grupos minoritarios, organizaciones bien intencionadas o no y a aquellos/as bocazas imperturbables que se dejan oir para solaz y disfrute de pocos, muchos menos de lo que ellos mismos creen. Algunos partidos, de segunda o tercera fila, de vocación republicana o burguesía periférica de toda la vida, que no terminan de encontrar un nicho perdurable para sus fines, ya tenían escrito su comentario antes de haberlo escuchado, las cosas son así, pobrecillos, aunque sean opiniones válidas y más o menos respetables según el trasfondo que exhalen. Que se les ve el plumero.
La alusión al ruido ensordecedor en sedes públicas, parlamentos y otros medios de difusión, producido sin rubor por aquellos que deberían protagonizar formas, modos y expresiones elegantes y educativas en vez soltar improperios sin cuento, me gustó. Parece estar prístinamente claro qué, pese a ser obligación, al menos moral, de hacerlo, no lo practican. La cabra siempre tira al monte decían nuestros abuelos.
El panorama exterior, dejando aparte y tras las condolencias obligadas hacía quienes sufrieron y sufren las consecuencias de la Dana en tierras levantinas se irá mitigando con el tiempo y pocos recordarán lo que hace decenios se hizo mal y no se piensa corregir, tiempo al tiempo. El panorama exterior no está para celebraciones, pese a que España en la macroeconomía va bastante bien, los pensionistas ven consolidadas sus pensiones y las ayudas, aunque siempre puedan ser escasas y lentas proliferan y quienes piensen lo contrario saben que no es cierto. La quinta esencia de los problemas los tenemos en la inmigración galopante que la Europa cambiante no es capaz de resolver ni a corto ni medio plazo. El empleo juvenil y la difícil emancipación de aquellos que deberían estar formando su propio futuro carecen de él
Las guerras que nos rodean de forma galopante y los atrabiliarios genocidios y masacres que determinados países imbuidos de mesiánica voluntad utilizan para masacrar a miles, muchos miles, de inocentes es intolerable, pero las censuras institucionales son palabras de fariseos perdurables que poco hacen en realidad para resolver los problemas. No piensen la razón, es sencilla, las ruinas de hoy y los muertos de hoy son los negocios del hoy y del mañana, no hay que pensar en si son abuelos, mujeres o niños, simplemente seres humanos caídos en el altar de la soberbia, la incomprensión el egoísmo y la falta de humanidad.
Atisbo el rostro del otro lado de la moneda de Jano y casi me espanta lo que ve. Nosotros también lo contemplaremos enseguida porque somos humanos, débiles, rencorosos, egoístas, poco empáticos y muchas cosas más, aunque en momentos circunstanciales seamos capaces de altas dosis de solidaridad, lástima que las cosas sean tan efímeras.