En la comarca de Calatayud quedan muy pocas Norias. Encontramos un buen ejemplo en Terrer y una "de sangre" en Ibdes
EDUARDO LAVILLA
En el reparto de la faena para esta quincena me han tocado “las norias” de agua, quizá hubiese preferido en estas fechas un tema más mundano como podría ser la siesta o las meriendas (temas de los que seguro hablaremos en un futuro). Sin embargo, la que ejerce el alarifazgo me dice que me toca hablar de las norias. Dicho esto, me pongo a la faena.
La noria, en cualquiera de sus modalidades, es un artilugio que sirve para elevar el agua a un nivel más alto con la finalidad de poder regar un terreno situado por encima del nivel en el que se halla el agua. Las más conocidas, por ser las más comunes, son las de rueda o de tambor. Su tamaño es variable y cambia en función del caudal de agua que las alimenta. Éstas suelen ser grandes de entre dos a cuatro metros de radio. Su movimiento se consigue, como es conocido, gracias a la propia acción del agua, que con su empuje a lo largo de la acequia, consigue hacer rotar a la noria y de esta manera, llenar los cangilones y transportar así el líquido hasta la tolva .
Otro tipo son las norias de sangre. Se les llama así porque están accionadas por tracción animal, y no por el agua como ocurre en anterior. En este caso, se emplean caballerías , que girando en torno a la noria, la hacen moverse de la misma manera que ocurría con los antiguos molinos. Tras duras jornadas rotando, era habitual que surgieran heridas o llagas en la piel de los animales, y de ahí su denominación como “de sangre”. Señalar que la rueda de esta clase de norias es más pequeña, con un radio de un metro o metro y medio.
Una variación de éstas últimas son las llamadas norias de rosario, en las que los cangilones no están sujetos a la corona de la noria (como en las dos anteriores), sino que se sitúan a lo largo de una cadena que desciende hasta el fondo de un pozo donde extrae el agua. Puede llegar hasta los cinco, seis, siete e incluso más metros de profundidad. Dependiendo de la longitud y el peso de la cadena, más los cangilones llenos, podría ser necesario emplear dos caballerías para soportar este trabajo.
En cuanto a su origen, se sabe que se emplean desde la antigüedad, pues está documentada su utilización en época romana. Sin embargo, fueron los árabes quienes extendieron y mejoraron su uso. Precisamente, la palabra noria tiene un origen árabe y deriva de la palabra molino en dicha lengua.
Al observar una noria y cómo transporta el agua, es lógico pensar que su funcionamiento es muy sencillo; pero, es mucho más complicado de lo que parece a simple vista. Voy a intentar explicarlo a continuación:
El mecanismo general consiste en llenar de agua los cangilones situados en la corona o en la cadena de la noria, pueden ser de chapa, madera, cerámica e incluso de plástico (los más recientresd). Básicamente va a consistir en accionar la noria con el fin de llenar los cangilones en la parte inferior, y que con el propio movimiento asciendan. De esta manera, conseguimos que, gracias al movimiento circular, una vez que los cangilones hayan alcanzado el punto más alto, comiencen a descender (lo que provocará a su vez que los cangilones giren hacia abajo) y que de esta manera viertan el agua en la parte superior sobre un canal o tolva, desde el que se procederá a su almacenamiento o directamente al riego de los terrenos situados por encima del nivel de la acequia.
Una de las complejidades en su uso viene respecto a su llenado. Hay que tener en cuenta que si el giro de la noria es rápido, no da tiempo a que se llenen los cangilones y suben medio vacíos. Por el contrario, si el giro es lento, se llenan, sí; pero, si hay poca fuerza motriz por lo que suben muy despacio y el trabajo se torna muy costoso. Es por ello que, gracias a la tajadera o tarjadera de la acequia que la alimenta, se consigue regular la velocidad de giro y la capacidad de captación de agua, lo que precisa de gran maestría por parte del encargado de la noria.
Noria de Cimballa
Es en este momento cuando surge una expresión propia del argot de las norias:
- “¿Bufa la noria?
- Sí.
- Entonces vamos bien.”
Cuando se llenan los cangilones correctamente, al entrar con fuerza el agua a su interior expele el aire fuertemente, haciéndolo burbujear y produciendo ese ruido tan característico que recuerda a un bufido. Sin embargo, esto no queda ahí, hay más. El cangilón, sea del material que sea, tiene que tener un agujero en el fondo para que salga el aire allí retenido, sino, no se llenaría del todo. Y pensarán: “Claro, pero cuando sube el cangilón irá perdiendo agua”. Efectivamente, pierde agua, que va cayendo sobre toda la estructura y es por lo que la noria siempre permanecerá mojada (no se olviden de este detalle).
Las norias, todas en general, pero, las de rueda en particular, tienen el eje como elemento estructural principal y recibe el nombre de marrana, está apoyada sobre dos pilares que se llaman cárcavos , y que tienen forma trapezoidal o prismática. Deben ser grandes y fuertes para aguantar así los empujes derivados de la fuerza del movimiento giratorio de la rueda.
La parte donde asienta el eje en el cárcavo se protegía (tanto la madera del eje, como el seno del cárcavo) con chapas untadas con abundante grasa para que el rozamiento fuese el menor posible, y lo más importante, que no se incendiara con el calor de la fricción. ¿Recuerdan que mencionábamos antes que la noria siempre permanecía mojada gracias al agua que escapaba del cangilón? La razón es que una noria seca y un eje mal engrasado supone, con toda probabilidad, riesgo de incendio y por lo tanto, la ruina para el agricultor. Piénsese que hasta mediados del siglo XIX, la mayor parte de las norias eran de madera , incluyendo radios, corona y eje. A partir de aquella época, poco a poco se va sustituyendo la madera por hierro, los apoyos del eje por cojinetes, consiguiendo con todo ello, una noria mucho más ligera y con mayor capacidad.
Y ahora llegamos a la parte del título de este artículo “joder la marrana”. Imaginemos una noria funcionando al cien por cien: el crujir de la madera con el esfuerzo, el sonido del agua que va cayendo, el bufido de los cangilones al expulsar el aire, y el chirriar que se produce con el rozamiento del eje en los cárcavos, que se asemeja, en cierta manera y dicho con todos los respetos, al gruñido del cerdo o también llamado marrano. Cuando se quería parar la noria, o se paraba por cualquier otra causa, como por rotura: “se había jodido la marrana” . Por extensión, dicha expresión se emplea cuando queremos hacer referencia a que algo se ha estropeado o se ha parado abruptamente.
Después de esta larga explicación, seguro que les ha picado la curiosidad y les gustaría ver alguna noria. Pero, ¿dónde se pueden ver norias en nuestro entorno? Actualmente, y por desgracia, en la Comarca de Calatayud quedan muy pocas. Encontramos un buen ejemplo de noria de rueda o tambor en Terrer (aún en uso). Se sitúa en el barranco de la Alhóndiga y es visible desde la carretera N-II a la salida de la localidad en dirección a Ateca. En Ibdes hay una noria de sangre, pero está dentro de una propiedad privada y no es accesible.
En comarcas vecinas también encontramos buenos ejemplos, como en la de Daroca, en concreto en Cimballa, en la carretera que va hasta Aldehuela de Liestos se pueden encontrar varias norias de sangre y de rosario muy cerca de la carretera, todas de hierro fundido y bastante bien conservadas, pero en desuso. Por otro lado, en la Comarca de Valdejalón se hallan varias magníficas norias de rueda o tambor que impresionan por su tamaño. Una de ellas, situada en el valle de Morata de Jalón, llegando a él desde Villanueva, en la acequia del Molino; y, otra de este tipo, en Arándiga, en la acequia de la Vega.