A ZOFRA.- Don Juan Fernández de Heredia, un vecino desconocido

A zofra por Eduardo y Eloísa Lavilla
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Un vecino de Munébrega, hijo "segundón" de una familia noble


Dicen que hay una condición que se llama “el bloqueo del escritor”. Se trata de una circunstancia en la que las musas te abandonan y, como me ocurría a mí, no sabía muy bien qué cosas nuevas quería contaros. Mientras iba y venía en el coche al trabajo, le daba vueltas. De esta manera, barajé muchos temas, de los que seguro que más adelante os hablaré; pero, ninguno acababa de convencerme. Sin embargo, un día al pasar por Munébrega me vino la inspiración: me acordé de un personaje de nuestra Comarca que ha pasado un poco desapercibido. No es otro que Juan Fernández de Heredia. Así que, voy a hablaros un poquico de su vida y obra, porque es muy interesante.


Juan nació en Munébrega en 1310, en el seno de una de las familias nobiliarias más importantes del Reino de Aragón: los Ferrandez d’Heredia (o Fernández de Heredia). Nuestro personaje, como otros muchos hijos segundones de la nobleza, entró a servir en el clero. De esta manera, en 1328, encontramos que Heredia ya formaba parte de la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, a la que quedará ligado por el resto de su vida.


Merece la pena detenernos un momento para hablar de esta Orden, pues sin entender bien qué significaba, pueden escapársenos detalles importantes. Debemos trasladarnos a la época de las Cruzadas para contextualizar el momento, cuando era muy habitual la creación de órdenes o hermandades militares (la más conocida, la Orden de los Templarios, pero existieron muchas otras). La Orden de los Hospitalarios nace en 1084 (unos doscientos años antes de que naciera Juan) con el objetivo de fundar un hospital para peregrinos junto al Santo Sepulcro bajo la advocación de San Juan Bautista en la ciudad de Jerusalén, de ahí su nombre. Algunos años después, en 1099, se refunda como Orden Militar.


La Orden de San Juan del Hospital fue expandiéndose y alcanzando gran poder, tanto militar como político, económico y religioso, hasta su máxima expansión en época de Juan Fernández de Heredia. Para hacernos una idea: su gran ejército estaba al servicio de Reyes y Papas; disponían de una riqueza extraordinaria (tanto monetaria como territorial), la que empleaban para financiar a nobleza y clero; gobernaron numerosas villas, ciudades y territorios en toda Europa, norte de África y Oriente Próximo, lo que también les permitía ejercer la diplomacia e influir en la política y economía a lo largo de todo el Mediterráneo. Su presencia en nuestra Comarca es palpable, por ejemplo Villalengua, que era Encomienda y Señorío de dicha Orden. Como curiosidad, en 1188 se creó una rama femenina, cuya sede estaba en el monasterio de Santa María de Sigena (el de “los bienes que se llevaron a Cataluña” y sobre los que han hecho recientemente un documental muy recomendable de ver).

 

Cerámica que marca la propiedad de una casa de la Orden en Terrer. Autor: Eloísa P. Lavilla Bernal. 
 


Una vez explicada brevemente en qué consistía la Orden del Hospital, volvemos  a centrarnos en Juan Fernández de Heredia. No pretendemos hacer una biografía de él1, sino que, haremos un breve repaso de su vida, centrándonos en varios conflictos en los que jugó un papel relevante, sobre todo, en Aragón.


Heredia tuvo un ascenso meteórico dentro de la Orden. Entre 1333 y 1337 ya era Comendador de Alfambra y Villel. Más adelante, intentó quitar del puesto a su antecesor, Sancho (tío abuelo del rey Pedro) y, tras salvar numeroso escollos y tirar de puro ingenio, consigue alzarse con el título de Castellán de Amposta (el cargo más importante en la Península) en 1346. Pedro IV recelaba de su ambición aunque también supo ver su potencial y decidió mantenerlo cerca.
Maniobra bien efectuada por “el Ceremonioso”, ya que, un año después fue nombrado lugarteniente del maestre de Rodas en Hispania. Esto significaba que Juan Fernández de Heredia tenía a su disposición todos los territorios y recursos de la Orden que hubiera en la Península, sin olvidar, que no dejaba de ser vasallo del Rey de Aragón. Esto se traducía en que, si Pedro IV entraba en guerra, Heredia podía poner a su disposición los territorios, riquezas y ejércitos que la Orden controlaba tanto en Castilla como en Navarra. También podía moverse libremente por ambos reinos en labores diplomáticas y militares. Como diríamos por aquí: ¡Cuantismo espabilaos fueron los dos!


Este movimiento político fue decisivo y de gran valor para el poder del rey aragonés, por ejemplo, en 1347 cuando se produce un levantamiento de los unionistas aragoneses. No queremos extendernos explicando los Privilegios de la Unión (pues merecen dedicarle un artículo exclusivo), por ello diremos que, la Unión básicamente era un contrapeso de la nobleza frente al poder del Rey. Por lo tanto, fueron muchos los reyes, como es lógico, que quisieron restar poder a los unionistas en favor del poder regio. Estas luchas de poder crearon numerosos enfrentamientos en los siglos XIII y XIV. La cuestión se zanjó con la derrota de la Unión en 1348 en la Batalla de Épila. En ella fue decisiva la intervención militar de Heredia en favor de Pedro IV. Su apoyo no terminó ahí, además intervino con el rey aragonés en la toma definitiva del Reino de Mallorca y la adhesión del Rosellón, Cerdeña y Sicilia.


Uno de los pasajes más interesante de la vida de Juan Fernández es su intervención durante la Guerra de los Dos Pedros (1356-1369) entre Pedro IV y Pedro I de Castilla (cuestión que nos toca de lleno, puesto que muchas de sus acciones transcurrieron por nuestra Comarca). Tenemos que tener en cuenta dos cuestiones que estaban ocurriendo al mismo tiempo: primero, Castilla se encontraba a la vez en plena Primera Guerra Civil Castellana (1351-1369) entre el rey Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara que intentaba arrebatarle el trono. Enrique era aliado de Pedro IV quién lo acogió en Aragón cuando tuvo que huir de Castilla y de esta manera pudo reagruparse, lograr apoyos y luchar desde aquí. Y, segundo, también estaba sucediendo la Guerra de los Cien Años (1337-1453), entre Inglaterra y Navarra por un lado, y Francia por otro. En el momento en el que tiene lugar la Guerra de los Dos Pedros, la Guerra de los Cien Años estaba en stand by, por lo que, para no atacarse directamente los contendientes deciden apoyar las disputas hispanas, trasladando aquí el conflicto. Inglaterra y Navarra apoyan a Castilla, en concreto Inglaterra envía a su heredero al trono, Eduardo de Woodstock (llamado el Príncipe Negro); y Francia se alía con Aragón y con Enrique de Trastámara.


Dentro de toda esta compleja situación, las compañías de mercenarios empleadas por Francia contra los ingleses se hallaban ociosas en el sur francés. Esto creó verdaderas situaciones de terror entre la población, ya que se dedicaban al saqueo y al pillaje. Heredia, muy astuto, resolvió el problema para todos los interesados: reclutó a las famosas Compañías Blancas de mercenarios franceses y marchó a la guerra entre Aragón y Castilla. Gracias a esos mercenarios y a su propio ejército, la guerra de los Dos Pedros finalmente se decantó para el bando aragonés. Y también lo hizo para Enrique de Trastámara que se coronó como Enrique II de Castilla, precisamente tras el fratricidio de Pedro I, favorecido por el comandante de las Compañías Blancas, Bertrand Duguesclin. Cuenta la leyenda que mientras sujetaba a Pedro para que Enrique le asestara el golpe mortal, dijo aquello de: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor” (traducido en que a él personalmente le daba igual quién se sentara en el trono castellano, pero su señor era el rey francés, aliado de Enrique de Trastámara).

 

D. Juan Fernández de Heredia representado en su obra "Gran Crónica de España". Fuente: Wikimedia Commons


En los siguientes años, Juan Fernández de Heredia siguió acumulando poder y gracias a su amistad con Papa Inocencio VI y más tarde con Gregorio XI, quién apreciaba los talentos militares de Juan (y de los que se sirvió en numerosas ocasiones). Finalmente, en 1377, es nombrado (e impuesto) por el Papa como Gran Maestre de la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, lo que supone el apogeo de su carrera militar y política. Sin embargo, en la guerra contra los turcos a la que había sido enviado, es hecho prisionero. Para liberarlo, la Orden tuvo que pagar un alto rescate, lo que prácticamente la dejó en la ruina. Para más inri, en 1378 se produce el Gran Cisma de Occidente, y la Iglesia católica se rompe en dos papados: el de Urbano VI en Roma y el de Clemente VII en Aviñón. Los hospitalarios, con Heredia a la cabeza, se posicionaron a favor del último. Ante esta suma de acontecimientos, Juan Fernández de Heredia traslada la sede de Rodas a Aviñón y se centra en la reorganización de la Orden, donde residiría hasta su muerte en 1396. Cabe señalar que nuestro personaje fue un gran valedor de otro aragonés: el Papa Luna. Éste ascendió al trono en 1394 gracias al apoyo político y económico que le prestó. Tras una vida intensa y llena de aventuras, descansa en la iglesia de Caspe en un sepulcro que él mismo mandó tallar.


Por último, nos falta comentar una parte de su vida y sin la cual su figura quedaría incompleta. Hay que hacer mención a su importantísima labor de mecenas de las artes literarias. Heredia era un amante de la literatura y disponía de una de las mayores y más completas bibliotecas de la época. Además, en la última etapa de su vida en Aviñón creó una escuela de traductores que difundió esas obras por todas las Cortes europeas, contribuyendo a la expansión del Humanismo (movimiento que posteriormente favoreció la llegada de la Edad Moderna). Entre los libros que se tradujeron encontramos: “El libro de los emperadores” de Juan Zonaras, “El libro de Marco Polo” o “Vidas Paralelas” de Plutarco. También destaca la confección del “Cartulario Magno”. Y no podemos olvidar que él mismo escribió varios textos: “Gran Crónica de España” o “Crónica de los Conquistadores”.
Como veis, Juan Fernández de Heredia es un personaje interesante, singular y poco conocido que nada tiene que envidiar a otros más célebres del Medievo como El Cid, Juana de Arco, Lorenzo de Médici o Cristóbal Colón. Por terminar, por su simbolismo, quería mencionar el hecho de que la Escuela Oficial de Idiomas de Calatayud lleva su nombre, y que si se piensa, está muy bien escogido dada la labor literaria y de traducción que realizó. Además, si queréis conocer más de él, podéis acercaros a Munébrega dónde tiene dedicado un espacio en el museo de la localidad.



1 Os dejamos la referencia de este libro publicado por el Centro de Estudios Bilbilitanos y que, si os ha picado la curiosidad, merece la pena echarle un vistazo: SARASA SÁNCHEZ E, MUÑOZ JIMÉNEZ Mª I, y SANMIGUEL MATEO A, “Juan Fernández de Heredia. Jornada Conmemorativa del VI Centenario”, Centro de Estudios Bilbilitanos e Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1996.

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