A ZOFRA.- De setas, corralizas y belenes

Dibujo de una corraliza que está en la Sierra de Armantes en el término de Terrer (Eduardo Lavilla)

A zofra por Eduardo y Eloísa Lavilla
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El 21 de diciembre acabó el otoño, lo que sin duda nos lleva a pensar en la temporada de setas.

El buscar setas es toda una aventura: requiere de herramientas de alta precisión como son el canasto y la navaja, y otras auxiliares, pero no menos importantes, como el almuerzo (ya se sabe que los hay que van a almorzar y si salen setas, pues mejor). Esta suerte de la recolección no me suele acompañar casi nunca, por lo que creo que o voy por donde ya han pasado otros y “han pelado el tajo” o, por donde voy no las hay ni las habrá. Además, sólo conozco el níscalo (como llamamos por aquí al rebollón), el resto ni las miro, por si son venenosas.
En las andanzas por el monte me he encontrado con alguna corraliza. Siempre me han llamado la atención, como testigos de una vida pasada que ya ha desaparecido. Si veis la imagen que acompañamos a este artículo, puede verse los restos del hueco de la puerta. Imaginad a quienes las ocuparan que cuando salieran por ella, verían el mismo paisaje y el mismo cielo que vemos nosotros en ella, pero en un momento totalmente distinto al actual.
Por otro lado, en estas fechas, después de la festividad de La Inmaculada, es el momento en el que en la mayoría de los hogares, se saca el Belén, y toca revisarlo: figuras rotas, otras perdidas, hace falta reponer decoración… Y me vienen las imágenes de las corralizas, ya que, aunque en la historia, los villancicos, etc. hablemos de un establo, la figura con la que lo representamos en el Belén sería semejante a lo que entendemos hoy por una corraliza.
La corraliza es un recinto cerrado por un muro de altura media y algún tipo de construcción para guardar el ganado por las noches y que lo resguarda de la meteorología adversa. También se les denomina corralón, paridera, aprisco, majada o redil, en cada sitio se les llama de alguna manera más o menos parecida, teniendo acepciones diferentes según el uso que se les vaya a dar.

fotografía de la misma corraliza desde otro punto de vista (Eloisa Lavilla)

 

En las parideras se guardaban mejor las hembras que estaban recién paridas o a punto de ello. Los apriscos, son corralizas que aprovechan para su construcción la orografía del terreno. En la carretera que va desde Ibdes a Calmarza, se pueden ver a escasos metros de ésta unas cuevas abiertas a las que se les tabicó el frente con adobe, formando un recinto al abrigo de la noche y de las inclemencias meteorológicas.
En general, los muros están hechos de mampostería con los materiales del terreno: en suelos yesíferos como en Fuentes de Jiloca, Mara o Terrer, se hacían con aljezones (son esas piedras de yeso blancas y redondeadas) que se cogían con un mortero hecho de barro y pajuzo, o de yeso mezclado con tierra. Para cocerlos se hacía un horno en el mismo lugar y allí se quemaba la piedra del yeso que después se molía con mazo, obteniéndose así un yeso pobre pero resistente, dándole a la fábrica del muro la fuerza suficiente para aguantar (de hecho, ahí siguen).
En suelos rocosos como los de Ateca, Torrijo de la Cañada o Huérmeda, el muro puede ser de piedra seca. Técnica que tiene su arte: hay que construir un muro con piedras, más o menos planas, cogidas y encajadas unas con otras, pero, sin mortero que les dé cuerpo, o también con mortero hecho con el material que se tenga más a mano. Por Alhama de Aragón y Cetina, entre otros, la fábrica es de adobe. O de adobe y piedra como los apriscos de Berdejo.
Normalmente encontraremos que las corralizas son de forma cuadrangular o rectangular y siempre adaptándose al terreno. Contarán con un cobertizo o parte cubierta que protegía al ganado y al pastor del sol, lluvia o nieve. Las cubiertas, en la mayoría son de teja sentada sobre cañizo  y rollizos de madera, recogidas con barro, y aprovechando el techo de la cueva (si la hubiera). Tanto las dimensiones del corral como del cobertizo estaban en función del número de cabezas, por lo que podemos hallarlas de pequeño tamaño o incluso de dos, tres o más recintos. También variaba en función de si eran de uno o varios dueños, o eran comunales (como en Navarra que están protegidas y tienen legislación específica).
¿Para qué servía una corraliza? En ella se cerraba o recogía el ganado por las noches, o en días de climatología extrema e incluso para su protección en las regiones donde todavía hay lobos y osos, como en León, Zamora, Asturias y todo el Pirineo. Por estos lugares, los muros de las corralizas son más altos, de hasta 2 o 2,5 metros, y más gruesos. Las piedras que coronan el muro casi siempre están un poco sueltas, se mueven al tocarlas, para impedir que el lobo salte y que si lo hace, se caiga. En estos casos, el pastor y los perros suelen estar aislados del ganado, tienen su estancia aparte, ya sea en un piso superior o al mismo nivel pero aislado para su defensa. Uno de los inconvenientes que tenían las corralizas era que, en el suelo del cubierto se iban acumulando la mayor parte de los excrementos del ganado y poco a poco, con los años, se colmataba, teniendo que retirar ese estiércol cada cierto tiempo, que, obviamente, se aprovechaba para el abonado de los campos.

"Cueva de la cabrera" en Berdejo (Eloisa Lavilla)

 

Generalmente las vemos en las laderas de los cerros, las sierras y en vaguadas también. La razón principal, podría ser, tener el agua lo más cerca posible. Por las laderas del monte donde se sitúa se hacen unos regueros que, a modo de zanjas someras, conducen el agua de la lluvia hacia una alberca.
Hace unos cuantos años (no muchos más de cincuenta) lo usual era que el pastor, perros y ganado pasasen largos periodos de tiempo por el campo, lejos de los corrales de la casa. Se consumía mucho tiempo y energía en el ir y venir diario con el ganado. Era mucho más fácil permanecer la mayor parte del verano cerca de los pastos y abastecer de viandas al pastor. La corraliza para estos fines disponía de enseres domésticos y avíos suficientes. Hoy en día las corralizas se han sustituido por las granjas ganaderas, con sistemas de alimentación y limpieza automática, vigilancia veterinaria constante, agua, ventilación… todo acorde con la normativa sanitaria vigente. Ahora bien, aunque se hayan modernizado tanto, en esencia, siguen siendo como hace tantos y cuántos años. La corraliza, ahora granja, sigue constando de los mismos elementos: antes cobertizo, ahora nave; antes corralón, ahora playa; antes casilla con hogar, catre, mesa con silla y poco más, ahora oficina, cuarto de baño, zona de estar, pequeña cocina (o al menos, nevera y microondas) y receptor de internet, si puede ser; antes perros, ahora videovigilancia; antes ladrones de corderos y ahora… ahora también.
Estos vestigios de arquitectura rural tradicional, ya son solo eso, ruinas. Primero acuden los robatejas, después los robaleña, los robapuertas, y, aunque parezca mentira los robapiedras, que hasta las piedras de los muros se han llevado, sobre todo si estaban bien cuadradas o eran todas más o menos uniformes. Y en las que no se lo han llevado, el paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas han ido poco a poco derribándolas, las plantas tomándolas y los animales (ya sean grandes o pequeños, mamíferos, aves o insectos….) haciéndolas suya.
¿Qué queda hoy de éstas construcciones? Restos de muro que se deshace y algún pilar del cobertizo y la vivienda del pastor. Hay alguna asociación que todavía se dedica a su estudio y reconstrucción, pero es algo muy poco habitual. ¿La razón? Aún no hemos llegado a valorar el patrimonio que poseemos ya sea en forma de corraliza, abejar, palomar o peirón. Tendemos a pensar que el patrimonio de nuestros pueblos se resume a la iglesia y algún que otro edificio (podría ser un palacete, un arco/portada, fuente o el edificio del ayuntamiento), que por supuesto tienen su importancia y son esenciales, pero nos olvidamos de estas pequeñas construcciones que tanto nos hablan de nuestra historia, de nuestro pasado, de dónde venimos y cómo vivían nuestros antepasados.
Volviendo a mi quehacer de revisión del belén, veo que tengo que reponer algo de ganadería, y me decido por aumentar el rebaño de ovejas, también alguna cabra. La plantilla de pastores está completa por lo que pienso que a ver si me puedo hacer con un mastín del Pirineo, por si los lobos.
Lo que este año no dejo, es hacer obras en el “portal”, le pediré al albañil que me haga una corraliza con cobertizos amplios para los pastores y el ganado, su muro perimetral y el portalón de entrada. Y puestos en obra, a lo mejor arreglo el palomar, pero eso es otra historia.

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