A ZOFRA: "La Virgen y San José, y el Niño que está en la cuna"

A zofra por Eduardo y Eloísa Lavilla
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Dado que se acerca el día de Reyes, queríamos traeros algunas imágenes a modo de regalo.

Curiosamente estas imágenes que podríamos asociar con la Navidad están expuestas a lo largo de todo el año en nuestro entorno, pero nos pasan desapercibidas. Estoy segura que en algún rincón de algún altar de las muchas iglesias de nuestra Comarca, os resultará fácil encontrar, como dice el villancico: “a la Virgen y San José, y al Niño que está en la cuna”. 

Dentro de la iconografía cristiana es muy habitual plasmar imágenes de la vida de Jesús y, por tanto, el Nacimiento o Natividad (del latín Nativitas, y a su vez del verbo nascor –nacer-, que también es de dónde deriva la palabra “Navidad”). Su origen es antiguo, pues se han hallado pinturas de este tipo en las catacumbas romanas del s. V; sin embargo, es durante la Edad Media cuando se popularizan. Tenemos que pensar que en la Europa medieval la gran mayoría de la población no sabía leer ni escribir por lo que este tipo de representaciones artísticas tenían una importante función didáctica para enseñar y trasmitir el conocimiento. Por lo tanto, lo que vamos a hacer a continuación es comentar varias imágenes de nuestro entorno, para que veáis que lo que hacían entonces no es muy diferente a lo que hacemos ahora cuando vemos un cómic, anuncio publicitario o viñeta humorística, es decir: leer una historia.

En primer lugar, hemos seleccionado la imagen de la predela (parte inferior de un retablo) del altar de San Antón, en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Terrer, una talla realizada a principios s. XVII y enmarcada en un altar de estilo barroco escurialense. Se trata de una secuencia longitudinal (se lee de izquierda a derecha), lo que a su vez sirve para contarnos la historia: José y María contemplan al recién nacido Jesús, que ocupa el lugar central (punto focal de la historia, y que los pastores han acudido a llevas sus ofrendas. Se sitúa en un escenario sencillo (los animales nos recuerdan que nació en un pesebre) y sin apenas decoración que enmarque la escena (tan sólo unas florecillas escondidas en la parte inferior). Además, habría que destacar el gran manejo de la técnica del estofado con la que se han decorado los ropajes y pequeños detalles como el pelo del buey o las calzas del pastor. Como curiosidad, señalar el sincretismo en los trajes que portan las figuras, propios de la época en la que está hecho el retablo y no de la época en la que nació Jesús.

Nacimiento del retablo de San Antón de Terrer. Autor: Eduardo Lavilla Francia

La siguiente pieza que hemos escogido se encuentra en el espectacular altar mayor del s. XVII de la iglesia de Santa María de Ateca. A lo largo de la predela y a modo de friso encontramos diferentes piezas que narran los primeros días de la vida de Cristo. Hemos elegido de nuevo el Nacimiento para hacer una comparación con el anterior, ya que, en él observamos un punto más de complejidad al mostrar varias escenas y no sólo la del Nacimiento. Es interesante el uso de la perspectiva y los planos para enmarcar precisamente las diferentes escenas como ocurre con el tejado del establo o el arco romano del fondo. Además, la policromía de los ropajes y la encarnación (color carne que se da a las figuras) son de una gran riqueza. La diferencia principal que sobresale de esta pieza es que representa un estado anímico: la alegría por el nacimiento de Cristo que, como podéis imaginaros, es la historia que nos está contando. ¿Dónde lo vemos? En detalles como la mirada de ternura entre la Virgen y el Niño, el personaje que toca la gaita en señal de júbilo o el movimiento que aportan las figuras que adoran al niño en las diferentes fases de la genuflexión (una está de pie, otra semiagachada y la tercera finalmente arrodillada).

La reproducción de la Natividad ha sufrido muchos cambios desde la Edad Media hasta nuestros días. Dentro de ello, se diferencia entre dos corrientes: por un lado, la corriente occidental fruto del Humanismo surgido en Europa en los s.XIV y XV, en la que se buscaba humanizar a Cristo, enmarcando su nacimiento en un escenario más humilde (tal y como ocurría entre el pueblo llano). Las imágenes de Terrer y Ateca ejemplifican de manera muy clara esta corriente.

Nacimiento del altar mayor de Ateca. Autor: Eloísa Lavilla Bernal

Por otro lado, la corriente bizantina u oriental emplea más variedad de elementos (un entorno montañoso o de gruta) y gran diversidad de personajes (como parteras o ángeles. En el caso de la última obra que vamos a comentar, veremos cierta influencia de esta corriente oriental. Ésta es la Adoración de los Reyes, de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Monterde, un relieve de época clasicista situado en el altar mayor. Hemos escogido esta pieza debido a que, además, muestra un paso más allá en la complejidad escénica respecto a las dos anteriores.

De ella podemos extraer varias cuestiones interesantes. En primer lugar destacar que el Niño está  sentado sobre la rodilla de María (y no en el pesebre), quién actúa a modo de trono (por ello hablaremos de Cristo entronizado y la Virgen en Maestà o Majestad). Además, uno de los Reyes está arrodillado ante Jesús, lo que demuestra que jerárquicamente ocupa una posición inferior, ya que, se trata de un Cristo-Dios más propio de la corriente oriental (frente al Jesús-niño vulnerable, es decir, humano, característico de la occidental). En segundo lugar, otra diferencia importante respecto a las anteriores es que antes leíamos las escenas de una manera longitudinal (de izquierda a derecha) y ahora lo hacemos en profundidad: un primer plano con la adoración; un segundo plano con San José en actitud orante acompañado de los Reyes portando sus ofrendas; y, por último, a los pajes, los caballos y el paisaje. Y, en tercer lugar, hay que comentar que el nacimiento de Cristo está señalado por el Astro Rey o Estrella de oriente, lo que enlaza directamente con la fiesta pagana del Sol Invicto (celebrada por los romanos el 25 de diciembre) y en la que se festejaba que el Sol vencía a la oscuridad tras la noche más larga del año (solsticio de invierno). Este mismo simbolismo es el que toma la iconografía cristiana: el Mesías significa la luz que alumbra la llegada de una nueva época.

Como curiosidad señalar que el Rey Baltasar aparece representado con piel oscura, lo que empieza a utilizarse a partir del s. XV. Al principio, los tres Reyes representaban las tres etapas de la vida: juventud, madurez y ancianidad; mientras que con el tiempo esta idea cambió y pasaron a representar los tres continentes conocidos: Europa, Asia y África, de ahí el cambio en el tono de piel de Baltasar.

Para terminar, esperamos haberos picado la curiosidad y que a partir de ahora, también busquéis estas escenas escondidas. Como pista deciros que en Ateca hay otras dos más ocultas y que en Calatayud, de momento, no hemos encontrado ninguna (aunque es cierto que todavía no hemos indagado en todas sus iglesias). Como reflexión final, decir que, aunque no lo parezca, todavía seguimos empleando este tipo de representaciones. Muestra de ello es su reproducción durante la Navidad en postales, adornos, sellos o incluso gifs y memes enviados a través de las redes sociales. Parece que la Historia ha cambiado mucho a lo largo de los años, ¿o quizá no tanto?

Adoración de los Reyes del altar mayor de Monterde. Autor: José García Ruíz

 

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